Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Firmé tratado de paciencia con un soplo, de viento. Justo el mismo, que nunca, acababa por dejarme lo suficientemente cerca de tu labio. Firmé tratado de paciencia con un soplo, de viento. Lo hice con el sauco de las rodillas intacto, pese a estar a punto de la quiebra. El levante, me había volado dos años y me había dejado la boca, toda llena de aire. Aparqué los tifones en la acera, y rubriqué contrato con la firma tranquila, a pluma y tinta estable, libre… yo. Alas, de nuevo, Alas… Y aprender por primera vez la diferencia entre brisa y ventolera… Entre aquilón y siroco, entre tus labios y los labios de las quimeras… Alas, viejas como nuevas y unos ojos cerrados llenos de corrientes, y un ráfaga que ahora si me acuesta en tu labio. Alas, y una carcajada tuya que cae, que queda Alas, y el sueño de querer volver de la luna a esos ojos color aceituna. Fdo. Un socio del viento.