Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Pongo título de cine americano para esta segunda parte, donde como dije en la primera me sigue preocupando en un cuarto de punto ser partidario. Lo asumo, y me preocupa poco, entenderán que viví el principio, aquellos tocar por tocar aún sin nombre, y que me llevó a ellos la amistad. Por todo eso no me puede el miedo cuando afirmo que avalo ese sonido, que aun sin oídos te toca los sentidos.
Hoy no me guardo secretos, está inmensa la VOZ, está Elena, el Doctor, Nelson, Marcos y la madre que los pario.
Del aquel del seis de enero, perdónenme las vergüenzas, no diré mucho. Hay delicatesen que uno prefiere guardarse para si mismo. No deudo en exceso de objetividad si les digo que da el latir de corazón necesario para que un grupo suene a vivo. Lo hace como todas las cosas que hace, sin darse importancia, con pausa, con el justo toque de elegancia de quien sabe que mantener la compostura detrás de la mirada basta. De todo lo vivido, quedase este Quijote perdido con su amistad, una copa de vino y la satisfacción inenarrable de hablar hora tras hora el mismo idioma.
Ponen al orgullo por regla general acepciones negativas, malas cosas, digo yo después de un catorce de abril donde se pone de tu parte, que vivir con gente así es un privilegio.
Del resto, que son todos los demás, y los demás de todos, puedo asegurar que me dejaron sin palabras, y tras varias notas, y días de reposo, he tenido que buscar en la mejor de mis alacenas las letras que no tengo para describirles lo que se siente escuchando en directo a Insert Coin.
Elena le pone al talento glamour, clase sobre el escenario, y una sonrisa que para mundo y respiración. Mientras te deslumbra el blanco puro del bajo de un tal Andrés que en las yemas de los dedos parece tener el secreto del ritmo bien entendido. Cierto que es mejor como persona que músico, pero que demonios, músicos buenos los hay de todos los palos, ¿pero donde encuentran ustedes personas así?
Soy fan del talento, incluso, del que se me escapa de lo que comprendo. Por eso, ese Nestor al que mal llamo Nelson me pone los sentimientos en su nota justa. No se me va la locura de madre, son solo cuerdas, cierto, seis más en concreto si no me fallan las cuentas, no le hace falta mucho más para llevarte a mover los pies sin pisar el suelo.
No me olvidé, no podría, de mi amiga Noemí. Tiene el alma indomable, la franqueza por norma y los sentimientos en la primera capa de la piel. No puedo escribir lo que hace su voz en una canción, no existen esas palabras, pero quedensé con que pudiera ser algo así como contar al revés hasta tres y al llegar a cero decirse… Si estoy durmiendo, por favor, que ni Dios me despierte.
Resumo, para quien necesite de más crudeza y menos retórica, me cago en el operación triunfo, si es por gastarme los cuartos, darme suelto porque es el momento de Insert Coin, es el momento de la música sin espinas.
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