Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Le valdría que la avala aquel amigo que solo aparece en las películas, el de las series con final feliz y los sueños donde el provenir es tan solo al aire una moneda. Aquel que evito al teclado, no fuera a ser que se me vieran demasiado los adentros en una página de Internet.
Va por tanto de garantía sobrada.
La escribo por buenas y malas razones, como cuando se escribe de verdad. De fundamento con mandamiento inclusive, va el que lo merece. Porque es buena bajo lo bajo que quisiera dejarse ver, porque después de tanto tiempo la pieza encaja y uno ve que el puzzle era de los imposibles, el sencillo.
Les hablo que el título de este texto no me sale gratis, me costó, me cuesta, nos costará mantenerlo porque nos “semos” el hielo y el fuego, el disparate y el escaparate de los cuentos incumplidos, las ganas con las malas formas de sernos, las palabras contra los silencios, tan jóvenes como viejos, la mirada que nada dice con el arma cargada y viceversa y la viceversa de la viceversa.
A un paso de lo que no frecuento la tuve en aquellos tiempos donde la cera me pudiera patinar el rostro, y fuera de que me soportara con más o menos gracia los desprecios, no hubiera dado un par de centavos por este texto. Y así es esto, la vida, seas o no seas Pedro Navaja.
Crecimos, y a ella le salio voz, y a mi se me fugo el pelo, y nos dimos con piedras a veces por azar, a veces por el gusto de descorchar un botella de vino al fracaso, siguiendo solos aunque con gente la mayor parte del camino, rompiéndonos los huevos cada vez que el mundo nos confirmaba que lo queríamos era lo opuesto a lo que creíamos.
Crecimos tanto que hasta nos olvidamos el orgullo del pasado en el futuro, y los granos del acné, y la tinta invisible que dejan las palabras cuando pasan de silencio a voz alta, y la soberbia del no saber, y los quien, y los dieciséis…
Crecimos y nos dimos cuenta de que era el mismo barco a la deriva, que no estábamos preparados, que aún era demasiado pronto para ceder, de que nos faltaban algunas de las palabras del diccionario, que no costaba ni tanto ni tan poco, decir;
- Mi amiga Noemí.
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