Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo
Le valdría que la avala aquel amigo que solo aparece en las películas, el de las series con final feliz y los sueños donde el provenir es tan solo al aire una moneda. Aquel que evito al teclado, no fuera a ser que se me vieran demasiado los adentros en una página de Internet. Va por tanto de garantía sobrada. La escribo por buenas y malas razones, como cuando se escribe de verdad. De fundamento con mandamiento inclusive, va el que lo merece. Porque es buena bajo lo bajo que quisiera dejarse ver, porque después de tanto tiempo la pieza encaja y uno ve que el puzzle era de los imposibles, el sencillo. Les hablo que el título de este texto no me sale gratis, me costó, me cuesta, nos costará mantenerlo porque nos “semos” el hielo y el fuego, el disparate y el escaparate de los cuentos incumplidos, las ganas con las malas formas de sernos, las palabras contra los silencios, tan jóvenes como viejos, la mirada que nada dice con el arma cargada y viceversa y la viceversa de la v