Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
En mi mano tu rostro. Tu pómulo, mis yemas locas de locura. Solo es tacto dicen los que creen imposible que el cielo pueda acariciarse. Solo es ausencia de viento entre dos cuerpos, dicen los que creen que escribo sueños en lugar de hechos. Solo son dos almas que suspendieron la asignatura de estarse lejos, dicen los que encuentran lo mismo independientemente de los fanales que les miren. La primavera sin alergia. Tú presencia, mi esencia. Tus perdidos ojos mirando mis rendidos ojos. Tu rostro, la palma de mi mano… Y entonces los átomos como locos en todos los sitios, en todas las partes al mismo tiempo, en declarada fuga de la tristeza, en paz, en el lugar exacto donde deben estar. Tu mejilla, mis dedos… Y rozando tu labio, aprendo que en la escuela de magos, el tacto, es asignatura obligada.