Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Suelo perder las apuestas, cuando la moneda es una copa de vino, mi alma, una lata de hojalata, y el motivo, ese nombre de mujer.
Soy de los que de ponerse, se ponen a favor del que pierde, por el simple hecho, de que no me gusta perder. Hay ocasiones en las que me hago tan pequeño en los triunfos pasajeros que acabo por no encontrarme, y cae la luna, y no está usted.
Fuerte, grande, gigante, y enorme en la derrota que me supone tener tu boca tan lejos de mi boca. Debe ser así, me dice la noche cuando acurruco tu ausencia en el hueco de mi almohada.
Asé es como sé, del beso que me entusiasma. Con la idea, con el pensamiento, con el cuaderno lleno de los lunares de tu cuerpo.
Así es como sé, que de todas las cosas en las que creo, a ti, aunque te sepa, no te debiera de creer.
Soy de cuentos, es cierto, y poco me importan los que busquen en estas letras parte de mis perdidas. Sé, por esencia, que hay más finales felices después de comer perdices.
Sé que no debiera poner en papel, lo que sucede una vez que el reloj pasa de las doce.
Sé que no debiera poner en papel, lo que sucede una vez que el reloj pasa de las doce.
Me interesan las fracturas, los recovecos, la limpia rutina de no tener presa la forma de ser, los locos, los cuerdos domingos donde me prometo no volver a ser quien seré el próximo viernes, y esa historia interminable de quererte aunque no te pueda querer.
Todo esto, y lo que me guardo, cuando la luna se acuesta sin mí.
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