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Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...

El hambre es un cáncer


Fuera de costumbres de este que les escribe, hoy toca jugar con el título que no será título, realmente es una forma al revés de afirmar que el hombre es un cáncer. Solo una letra cambia, solo una que lo cambia todo.

Siendo así, ya hablamos del estúpido genoma que lleva a las manos las piedras, de la saca nunca llena, de la injusticia habitual de que haya que ser el malo para quedarse con la bolsa a rebose, incluso cuando esta ya lo está, de la cruel acaricia del acero de una palabra que te abre las venas, de la sutil puesta en escena de una selva, para ser bosque, para ser parque, para ser arena, para llenar las revistas con las ultimas folladas de no se quien y no se cual.

Siendo así, ya hablamos de poner nombre al culpable de que yo me equivocará en el título de este relato que valdrá para tan poco. De la rivalidad entre los compañeros, del puñal que asoma en el diccionario tras la palabra amistad, de que por mucho que me empeñe parece siempre fallar ese cordón umbilical.

Vestimos de gruyer el cielo, con el alma ya vendida parece hasta normal que el depredador del mundo se crea su dueño. Con solo los veniales derretimos los polos, ninguno de los capitales supera el mirar a otro lado cuando en la caja tonta salen despellejando focas en lugar de la vigésima de gran hermano  

De que somos nefastos nos sobran pruebas aunque no nos queramos creer. Llamamos ahora, hacer un favor, a la ayuda, lo cobramos, por supuesto, mejor por dos. Cuando duele, mejor es callarse, cuando pica, no rascarse, cuando te quedas sin voz, meterse a un programa de la televisión para hacer un curso de reciclaje.

Mientras andamos nuestros martes sin mirar atrás, sin ver que nuestras huellas queman lo pisado, lo turban, la siegan, lo envenenan tan profundo que nada parece crecer.

El hambre es un cáncer, cierto, y aquí estamos, sentados, mirando, viendo los días pasar, mientras nos perdemos en nuestra propia enfermedad, en nuestro propio día a día, y alguna que otra noche de más.

Con la mirada, tirada hacia otro lado.

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