Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo
Amaneció gélida la mañana del veintinueve de noviembre, tanto, que a medio día comenzó a nevar. Era lunes, pero a las nueve de la noche jugaban Barcelona y Madrid algo más que un partido. El negocio del futbol con los televisores hacía a muchos ir pensando sitios donde resguardarse del temporal y poder contemplar los noventa minutos a tarifa de cerveza. No era en abierto, ya que solo se dan encuentros de interés nacional. No acompañaban las ganas para salir de casa, es cierto, pero siempre se agradece una excusa para disfrutar de los amigos, y qué pelotas, un clásico es un clásico.
El equipo culé jugaba en casa. De inicio el técnico Josep Guardiola salía a la ofensiva con Valdes, Alves, Pique, Puyol, Abidal, Busquets, Xavi, Iniesta, Pedro, Messi y Villa. No era la noche para hacer reservas, y el especial José Mourinho lo sabía, por eso salió de cruzada con Casillas, Ramos, Pepe, Carvalho, Marcelo, Xabi Alonso, Ozil, Khedira, Di Maria, Benzema y Cristiano.
En primera instancia, la composición de los dos equipos me recordó al colegio, donde a dedo, uno elige al mejor de la clase, para que seguidamente el otro haga lo propio con el segundo. Pero a poco fui cayendo en que los blaugranas contaban en su alineación con ocho campeones del mundo, a los que sumaban tan solo dos laterales de gran nivel y un tal Lionel Messi del que me reservo un capítulo aparte. El otro bando contaba con tres de esos campeones para el inicio, a los que sumaba un combinado internacional de calidad (ninguno español). A priori, estaba a punto de comenzar el clásico más igualado de la historia.
Lo malo de las cosas a priori, es que te toque jugar contra el Barça, y que te tenga ganas. Con esto, lo peor para el Madrid, fue que comenzara el partido. Me abstengo por norma de tomar partido en colores, pero lo de ayer no hay quien lo niegue. De las dos filosofías propuestas, solo funcionó una, la de la Massia. El futbol vuelve a girar en torno al balón y a los cinco minutos de partido me prpuse abrir grande los ojos porque ya se intuía, que sería difícil ver a otro equipo jugar así.
El Real lo da todo, muerde en cada acción, corren desbocados, entran, luchan, defienden, pero casi nunca ven el balón bajos sus botas, dice el comentarista con acierto, que persiguen sombras.
Xavi dirige, es el centrocampista total, gobierna en democracia con sus compañeros y empieza la magia. Messi en el seis la pega al palo, aviso de temporal. Llegan los primeros goles en el diez y en el dieciocho de la primera parte. Estos goles le sirven a uno para darse cuenta de que lo que importa en el futbol no es el gol, no es el resultado, no es ni siquiera ganar, lo que importa, al igual que en la vida, es como se hace, la propuesta, la filosofía de hacer de un deporte arte, la ilusión de hacer de la existencia un sueño. Decía Lennon, que la vida es eso que pasa, mientas esperas que pase algo. Ayer, el Fc Barcelona no esperó, y fue eso que pasa los noventa minutos.
Finaliza el primer tiempo. De nuevo lo peor para el equipo de la capital es que tiene que volver a salir al césped a correr detrás de un balón. Lo hacen, y lo ponen todo una vez más. Pero no hay forma, no hay manera, ya es un huracán. En el cuarenta y siete villa avisa que falta él, y justo diez minutos después ya lleva dos goles. Quedan algo más de treinta minutos para el final y el equipo de la ciudad condal está a un gol de convertir el clásico 2010, en historia.
Es en el noventa. Es la moraleja del cuento. Son dos chicos, insultantemente jóvenes, de la cantera, de la casa, del club, de la Massia. Jeffren a pase de Bojan, son los que hacen del partido mito.
Vujadin Boškov dijo que el futbol es futbol, para lo que vimos ayer no hay palabras.
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