Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Mi alma quiso batirse a muerte con sus ojos.
Que necia majadera. Aún hoy, le duele la estocada...
El problema de que la mujer que amas te diga que sí a cenar contigo esa misma noche, es pasar la tarde.
En esas andaba yo metido, manchando una hoja tras otra con lamparones artificiales y juegos de chistera. Incluso sin pensar en ella, era capaz de mezclar rosas con estrellas, lunas, amaneceres enrocados con atardeceres, rojos carmines y hasta un pequeño arco iris que coronaba un hermoso estanque de agua dulce con forma de corazón. Incluso sin pensar ella, escribía de amor.
En poco tiempo, me di cuenta que al hacerlo, no sentía nada.

Aún recuerdo aquel sitio al que no he podido volver, más que tener, era magia. A ella la saludaron afectuosamente. Después de las presentaciones y algo de buen vino para sonrosar las mejillas, nos guiaron por unas angostas escaleras hacia una planta superior. Una vez arriba, tuve la extraña sensación de haber estado allí, las paredes hicieron muralla en torno a mí, protegiéndome, dándome una seguridad sin sentido que no podía explicar. Arropado por esa sensación especial me envalentoné y elegí la mesa yo mismo. El claro rincón parecía hacerme señales de humo. Ya sentados, repasé aquel lugar brevemente, pues volvió a mí aquella impresión de que lo conocía de toda la vida. A mi derecha, en la pared, reinaba un cuadro de la hermosa Sofía Loren, cuyos labios no me distrajeron en exceso de los labios que gobernaban mi frente.
A la izquierda, reparé en una misteriosa fotografía que mostraba un padre, dos hijos y otros tiempos.
Cogí valor tras algo más de dos copas y media de vino. Me olvidé del loco deseo que mantenía intacto por besarla y le hable de amor. No de cuentos, ni de cartas, ni de mezclar rosas con estrellas. Le hable del amor imposible, del eterno, de aquel que dura tan solo un instante, un roce. De ese, que cuando ya crees que lo tienes, se va y no vuelve nunca. Bebí una copa más. Me atreví entonces a decirla, que si en ese mismo momento, ante mí, se presentase el genio, tres veces le pediría intentar rozarlo con ella. ¿Que más da si lo conseguimos o no?, la pregunte. Olvidaremos pronto si al chocar nuestros labios no sangran. Pero... ¿y si el cuento por una vez fuera realidad?
Me sorprendió darme cuenta de que llevaba toda mi vida, esperando decirle a alguien algo así. Y más importante aún, decírselo de verdad. Sin ningún objetivo, simplemente porque su sola presencia, me ayudaba a encontrar ese lugar donde se escondían mis palabras. Me vi completo porque me miraba con sus ojos. Me vi desnudo porque por primera vez en mi vida, una más uno, ya no sumaban uno.
Entonces lloré.
Al café, su mano buscó lugar invadiendo la línea imaginaria que separaba su territorio del mío. Solo rozarla, hubiese sido tan pecado como milagro. Agarrarla con mis dos manos y romperle un beso en esos labios con cartel perenne diciendo cómeme, hubiese sido un sueño dentro de un sueño, dentro de un sueño...
Debería haberla besado entonces y sin embargo... Seguí hablándola de amor. Lo hice hasta que salimos de aquel lugar donde ella me había llevado y donde nunca supe regresar. Lo hice mientras volvíamos a casa, mientras nos despedíamos sin beso. Lo hice mientras andaba solo de regreso a ningún lugar.
Lo escribí hoy, al día siguiente, cuando supe de un camión que le había robado la esperanza a mi alma.
Como lastre, me queda el saber de que el amor no se escribe...
... Se devora.
Muy Bonito.
ResponderEliminargracias por existir..........
ResponderEliminarfdo:campanilla...
Es muy bonito,romantico ...y me quedo con esta frase tuya .
ResponderEliminarQue el amor no se escribe ...