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Mostrando entradas de junio, 2011

Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...

El hambre es un cáncer

Fuera de costumbres de este que les escribe, hoy toca jugar con el título que no será título, realmente es una forma al revés de afirmar que el hombre es un cáncer. Solo una letra cambia, solo una que lo cambia todo. Siendo así, ya hablamos del estúpido genoma que lleva a las manos las piedras, de la saca nunca llena, de la injusticia habitual de que haya que ser el malo para quedarse con la bolsa a rebose, incluso cuando esta ya lo está, de la cruel acaricia del acero de una palabra que te abre las venas, de la sutil puesta en escena de una selva, para ser bosque, para ser parque, para ser arena, para llenar las revistas con las ultimas folladas de no se quien y no se cual. Siendo así, ya hablamos de poner nombre al culpable de que yo me equivocará en el título de este relato que valdrá para tan poco. De la rivalidad entre los compañeros, del puñal que asoma en el diccionario tras la palabra amistad, de que por mucho que me empeñe parece siempre fallar ese cordón umbilical. V...

Que me dijera

Me gustaría que me dijera que no le gusto un comino, que ni le gusté, ni le gustaré siquiera cuando me sepa totalmente perdido. Que no le gusta que me guste, tanto como me gusta. Que me dijera que no soy de su mitad el doble que le complementa, que por usted, París, se puede hundir tanto como Venecia. Que no guardamos bajo la piel el mismo átomo, el mismo sueño, los mismos verbos que acaban por decir lo mismo. Que no la entiendo cuando se le eriza la nariz, que es mentira que comparto su opinión cuando dice que no le importa que llueva, que le moleste de veras cuando queriendo juego con su flequillo. Que me dijera que duerme usted bien, cuando duerme con mi ausencia, que el descanso le dura la noche entera, que no se despierta sin saber porque, que no siente que algo le falta, aunque no quiera saber que es. Que hay otro mejor, que le pierde cuando debe las partidas a la paciencia, que le cura los ánimos, que la mima, que le gana los años en meses, que le mira a los ojos y la siente t...

Un lugar llamado Secreto - 2 de 2

- ¿Ahora?, contestó ella. No preguntaba. Simplemente jugaba a no tener la respuesta que tenía. Cerró el libro, se levantó del sofá despacio, olvidó queriendo olvidar las zapatillas de andar por casa. Se acercó liviana a su medio átomo y le quitó con la boca en su boca cualquier intento de palabra. Cuando uno besa a un hada, es frecuente quedarse sin saliva. La lengua se colapsa cuando la delgada abertura de una boca es de terciopelo. Él lo sabía, la había besado tantas y tantas veces en los sueños que ahora casi no se creía cuando sucedía. Antes de partir, decidió preparar un néctar para su huida. Reservo el hielo para la coctelera, y rizó la piel de una naranja. Enfrío las copas con mimo antes de mezclar dos onzas de Vodka, una parte de Blue Curaçao y otra de Cointreau. Mezcló con suavidad y firmeza y terminó la copa con la cutis del cítrico. Llegaron casi sin moverse. Refrescaba lo suficiente como para que se agradeciera una chaquetilla sobre aquellos delicados hombros. Descalza nota...

Un lugar llamado Secreto - 1 de 2

Él llegó hastiado, sin estar cansado, pero sin ninguna canción que llevarse al paladar. Aquel siete de Junio, el día, había decidido traerse consigo una rutina especialmente demoledora. Esperaba con ansia sacarse el sabor de boca a martes llevando su mirada a los ojos de su hada. Aquellos ojos, le hacían a uno grande. Ya advierto, que en esta última frase, no se podrá encontrar rastro alguno de exageración. Dejó las llaves en el recibidor de madera de pino, una vez atravesó las puertas de su hogar, sintió un primer alivio. Aquel era el escondite donde el mundo se quedaba fuera. Ella estaba allí. Vestía sencilla, de casa, pantalón corto, mezcla de hilo y algodón. El color rosa de este, combinaba con un rojo carmesí en la camisola larga que hacía de parte superior. Su pelo recogido parecía suelto, sus manos sujetaban un libro de no excesivo grosor, que pese a su autor había sido titulado como “ Los cuentos perdidos” . Su cara sin pintar, limpia, con tan solo las marcas que dejan los...

Cuando la luna se acuesta sin mí

Suelo perder las apuestas, cuando la moneda es una copa de vino, mi alma, una lata de hojalata, y el motivo, ese nombre de mujer. Soy de los que de ponerse, se ponen a favor del que pierde, por el simple hecho, de que no me gusta perder. Hay ocasiones en las que me hago tan pequeño en los triunfos pasajeros que acabo por no encontrarme, y cae la luna, y no está usted. Fuerte, grande, gigante, y enorme en la derrota que me supone tener tu boca tan lejos de mi boca. Debe ser así, me dice la noche cuando acurruco tu ausencia en el hueco de mi almohada.   Asé es como sé, del beso que me entusiasma. Con la idea, con el pensamiento, con el cuaderno lleno de los lunares de tu cuerpo. Así es como sé, que de todas las cosas en las que creo, a ti, aunque te sepa, no te debiera de creer.   Soy de cuentos, es cierto, y poco me importan los que busquen en estas letras parte de mis perdidas. Sé, por esencia, que hay más finales felices después de comer perdices. Sé que no debiera pon...

¿A qué sabe una fresa?

Pregúntame un amigo, no sé de dónde o como lo sacó, ¿a qué sabe una fresa?... Y me desmonta, me rompe la pieza que me falta. Me pone en alarma las dudas, me levanta la falda de los sustos, me recuerda que por mucho que quiera, no tengo letras para las juntas de aquello que solo junta el corazón. Soy sencillo hoy, para aprender que el sabor lo pone uno mismo. Para esto me sobran los párrafos. A las preguntas concretas, creo conviene, dar respuestas exactas. ¿A qué sabe una fresa? A fresa, sin duda.   Pruébela y olvide que existen las palabras. Pruébela y sepa, que todo es uno.

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El Cuarto de las Hadas

Quizá sea cierto y exista un lugar donde cada palabra tenga alma, donde ser, no se atraviese en la garganta y mirarse en el espejo sea una aventura Quizá sea Magia entender que es tan sencillo como dos labios que al chocar puedan llegar a decirse “Nunca te dejaré escapar” Quizá sea cierto y exista el cuarto de las hadas donde el cuento empieza y vuelve a empezar, y vuelve a empezar… Silencio… Que tus palabras no estropeen lo que dices con la mirada… Silencio… Ora que en el espejo de tus ojos está El cuarto de las hadas

Insert Coin 2

Pongo título de cine americano para esta segunda parte, donde como dije en la primera me sigue preocupando en un cuarto de punto ser partidario. Lo asumo, y me preocupa poco, entenderán que viví el principio, aquellos tocar por tocar aún sin nombre, y que me llevó a ellos la amistad. Por todo eso no me puede el miedo cuando  afirmo que avalo ese sonido, que aun sin oídos te toca los sentidos. Hoy no me guardo secretos, está inmensa la VOZ, está Elena, el Doctor, Nelson, Marcos y la madre que los pario. Del aquel del seis de enero, perdónenme las vergüenzas, no diré mucho. Hay delicatesen que uno prefiere guardarse para si mismo. No deudo en exceso de objetividad si les digo que da el latir de corazón necesario para que un grupo suene a vivo. Lo hace como todas las cosas que hace, sin darse importancia, con pausa, con el justo toque de elegancia de quien sabe que mantener la compostura detrás de la mirada basta. De todo lo vivido, quedase este Quijote perdido con su amistad, ...

Sortilegio - Capítulo I - Génesis

Samuel siempre había sido un hombre muy dubitativo. No vivía colgado en la duda, simplemente, atendiendo a la más profunda acepción de la palabra mantenía en suspensión cualquier juicio acerca de un hecho. Desde la infancia había cogido la costumbre de alejarse de cualquier extremo. Partidario por naturaleza de los términos medios, los dogmas siempre le daban más preguntas que respuestas. Su cabello negro y liso había sido asaltado por el tiempo, contando ahora con más canas que recuerdos. Sonrió al pensar que no se acordaba de la primera vez que lo sorprendió el blanco en su pelo, simplemente sucedió, y un día cualquiera frente al espejo descubrió que en su azotea, había nevado. Era joven, más todavía en espíritu. Lucía barba grisácea, a ras, con gesto seco, pero sonrisa amable. La nariz, para algunos, quizá demasiado importante. Sus ojos eran pequeños, su mirada grande. Siempre fue pintor, pero dado que nunca vendió un cuadro, tuvo que ganarse la vida como panadero. No odiaba su trab...