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Mostrando entradas de noviembre, 2010

Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

Clásico 2010

Amaneció gélida la mañana del veintinueve de noviembre, tanto, que a medio día comenzó a nevar. Era lunes, pero a las nueve de la noche jugaban Barcelona y Madrid algo más que un partido. El negocio del futbol con los televisores hacía a muchos ir pensando sitios donde resguardarse del temporal y poder contemplar los noventa minutos a tarifa de cerveza. No era en abierto, ya que solo se dan encuentros de interés nacional. No acompañaban las ganas para salir de casa, es cierto, pero siempre se agradece una excusa para disfrutar de los amigos, y qué pelotas, un clásico es un clásico.     El equipo culé jugaba en casa. De inicio el técnico Josep Guardiola salía a la ofensiva con Valdes, Alves, Pique, Puyol, Abidal, Busquets, Xavi, Iniesta, Pedro, Messi y Villa. No era la noche para hacer reservas, y el especial José Mourinho lo sabía, por eso salió de cruzada con Casillas, Ramos, Pepe, Carvalho, Marcelo, Xabi Alonso, Ozil, Khedira, Di Maria, Benzema y Cristiano. En primera instancia, la c

Coma

Pienso. ¿Acaso podría parar de pensar? Sin embargo, no recuerdo, no siento nada, ni oigo, ni huelo, ni veo. Conozco todas esas palabras, pero quizá no tengo claro que significan. Es agradable. Floto en ideas. Es un mar negro con fugaces destellos de colores de los cuales no sé el nombre. Es como dormir despierto. A veces intento guardar mis pensamientos en sus cajas, según mi orden alfabético, pero no puedo o se me olvida. No tengo conciencia, y menos aún tengo boca, pero si la tuviese, creo que sonreiría. Me siento bien, limpio. Los sentimientos, las emociones, la acciones acuden a mi libres de significaos. Aquí, donde me encuentro, no hay nombres propios ¿acaso tuviera yo uno?, ¿qué soy?, ¿quién? No puedo pensarme o puede que si… Un momento. He oído algo. Un susurro. Otra vez… Ahora es más nítido. Entiendo sobre todas una palabra. Coma. No reconozco esa voz. El recuerdo me interrumpe el pensamiento, es una mujer. Hermosa. También una palabra. Escorpión. Prefiero el primer recuerdo, e

Un viernes cualquiera

Había oído decir de él, que tenía magia en las manos, que hurgaba en las heridas del cuerpo con los ojos cerrados, emocionado pero sin temblar. Palpaba lento con las palmas, suave con los dedos, quieto con las yemas. Fundía escrupuloso y paciente célula a célula. Su piel se hacía a la piel sintiendo más allá del tacto hasta que el cuerpo ajeno, ya suyo, le mostraba el camino para huir del dolor. Tenía de su lado el conocimiento del que se sabe pequeño, y la sabiduría del que ha decidido en su vida ser aprendiz incluso ejerciendo de maestro. Había oído decir de él que al laboro asistía sin disfraz, de calle, simple y sosegado, y que nunca vieron mientras trabajaba en su rostro la mala cara que a ratos da el contacto humano. Sus ojos, como cristales de mar, parecían siempre alegremente perdidos mientras en su boca se dibujaba constante la sonrisa de quien se sabe en casa, en su hogar, en su reino. Viernes. Tan solo unas horas después, ya quizá media tarde, quizá media noche cae a plom

Mi última carta de amor

Mi alma quiso batirse a muerte con sus ojos. Que necia majadera. Aún hoy, le duele la estocada... El problema de que la mujer que amas te diga que sí a cenar contigo esa misma noche, es pasar la tarde. En esas andaba yo metido, manchando una hoja tras otra con lamparones artificiales y juegos de chistera. Incluso sin pensar en ella, era capaz de mezclar rosas con estrellas, lunas, amaneceres enrocados con atardeceres, rojos carmines y hasta un pequeño arco iris que coronaba un hermoso estanque de agua dulce con forma de corazón. Incluso sin pensar ella, escribía de amor. En poco tiempo, me di cuenta que al hacerlo, no sentía nada. Al verla en el lugar donde nos citamos, entendí que las letras no son como las palabras. A las segundas, hay que ir a buscarlas. Cuando la miré a la cara de verdad por primera vez supe que no las encontraría. Fue ella desde ese momento la que tomo el mando. Mara me llevó caminando al lugar que cambiaría mi vida, un lugar que estaba dentro de mí y que yo no

El Cuarto de las Hadas

Quizá sea cierto y exista un lugar donde cada palabra tenga alma, donde ser, no se atraviese en la garganta y mirarse en el espejo sea una aventura Quizá sea Magia entender que es tan sencillo como dos labios que al chocar puedan llegar a decirse “Nunca te dejaré escapar” Quizá sea cierto y exista el cuarto de las hadas donde el cuento empieza y vuelve a empezar, y vuelve a empezar… Silencio… Que tus palabras no estropeen lo que dices con la mirada… Silencio… Ora que en el espejo de tus ojos está El cuarto de las hadas

La fábula de Urco

Urco el enano contenía la respiración mientas acechaba en su improvisado escondite. Sus mofletes, habitualmente gruesos y sonrosados, palidecían ahora. Sin darse cuenta estaba tomando menos aire del necesario para respirar. Sus ojos marrones como el futuro no se movían del sitio desde hace demasiado tiempo y mantenían una lucha desgarradora con sus parpados, a los que habían prohibido el paso. Palpo su jubón para confirmar una vez más que seguía allí, aunque dudaba si sería capaz de reunir el suficiente valor para hacerlo. Los rayos del sol le dieron una pista, sabía que el momento estaba cerca. Empezándolo a incordiar de forma considerable, su estomago aprovecho ese instante para cobrar más vida de la recomendable para un estomago. Se le hacía eterna la insistencia del hormigueo que le recorría tantas veces lenta como tantas rápido, pero siempre sin orden, de costado a costado, de pies a cabeza. Se dijo, que debía de ser así como se mueven las mariposas cuando se ven enjauladas. Él, e

Canción para olvidar

Borré tantas cosas de ti que pronto serás recuerdo, bruma, cortina de humo, del corazón un entierro… Del primer día que te vi ya no me queda ni belleza, mala apuesta la que cambia tantos besos por tristeza y se parte el alma… y se parte el alma… De donde construí hogar solo queda la dirección, ya no podrás ser más canción te quedaste en lo probable, en inicio, en un tal vez… Me negocio sin reproche cuando me viene tu olor, a mil palabras por noche uno siempre corre el riesgo de que se parta el corazón… de que se parta el corazón… C´est fini, no va a más de las veces que mentías me quedo con los besos que aun no me debías: En portada la noticia, de que no volverás, se acabaron los días que parten el alma, y el corazón… Hoy que no estás, doy calor al invierno, un “Sin ti”, ya no es infierno Y vuelvo a saber empezar; busco hueco en el armario de este loco sin loca. Hoy olvidé el calvario de vivir sin tu boca volviendo a besar. Y otra vez… Nace el alma… Y el corazón…

Peter sin pan

Dicen los cuerdos de los cuentos que son utopías, que no existen, que en el mundo de los humanos cuando llega la hora de las perdices, siempre se queda Peter sin pan. Hace no mucho, esos mismos, vinieron a buscarme. A su favor, esgrimían pruebas demoledoras en las que demostraban que Cenicienta no fue princesa y se quedo en fregona. Mostraban un contracto en prácticas, donde la bailarina de papel, del soldado de plomo, cobraba a cuatro duros la hora de can-can. Pinocho era Cirano, pero se quedó sin Bergerac cuando le ganaron la partida los engaños. De los siete enanitos quedan solo cuatro, todos   ingresados en un reformatorio mental. Bella era Jose Luís en el carné de identidad y un triste papel anexo decía que un final de mentira, cuando es bueno, vale tanto como uno de verdad. Hablamos sin llegar a conversar. Escuché entonces. Como mandamientos, enumeraron juicio tras razón. Acompañaban sus palabras con la que decían ser la mayor de las ciencias. Me arrasaron, me dolieron, me ven

De lunes a viernes

Unos años después de comer perdices Roberto se miraba en el espejo cuadrado del recibidor de su casa sin encontrarse. Su cara le parecía la misma de siempre, aunque el paso de los años se veía levemente comparando aquella imagen con el retrato de bodas que posaba en el mueble de la entrada. En esencia estaba ahí; su cara rechoncha y poca agraciada, sus ojeras fracasadamente resucitadas por cremas y ungüentos, su boca de hilo y de media sonrisa, su pequeña cicatriz. Sin embargo por más que se buscaba, y lo hacía con ahínco, su rostro le parecía otro rostro. Solo aguantó unos segundos su anodina mirada. Tiempo suficiente como para ver a sus labios acompañar en silencio a sus pensamientos: -           ¿Dónde estas? Se esforzó con éxito en olvidar aquella estúpida pregunta que se hacía más o menos siempre en el espejo cuadrado del recibidor de su casa. Con mayor frecuencia de lunes a viernes, tiempo en el que solía estar más sobrio de lo que quisiera. Eran ya poco más de las tres de la

Edades de Papel (a Javier Ruibal)

Delante, hay un papel. Uno solo. Insultantemente blanco. Vacío, espera. Y entonces… Sucede. La pluma cargada hasta el borde de negra tinta pierde altura, se acerca, lentamente y susurra su primer garabato. Es hora de buscar caminos, renglones. De juntar decisiones, comas, fraudes, puntos, victorias, pausas, besos, lo susurrado entre comillas, secretos, aliteraciones, cuerpos, metáforas. Es el sonido incierto de la pistola de salida, el principio para ganar el primer párrafo, para nacer. Ha sido niño, dicen las letras. Unos pocos garabatos, pañales en lugar de pantalones. Ahora todo vale, uno y uno suman tres, a duro el palote, bombones y canciones de cuna. A kilo en lugar de por gramos las sonrisas y no poner tilde en las esdrujulas. La cara sucia, mejor los churretones de chocolate, costras en las heridas de las rodillas, treinta minutos seguidos para imaginar un barco de piratas en la orilla de nuestra presa de barro. Un ojo abierto, otro cerrado para la noche en que los reyes aún s

Presentación - Un ser humano

He vivido algo más de cuatrocientos meses. Quizá tiempo suficiente como para darme cuenta que jamás vi nada tan aborrecible y a la vez tan admirable como el ser humano. Sea con mis ojos, con mis oídos o incluso con ese sentido para el cual todavía no se ha encontrado palabra, he visto de ellos lo más alto y lo más bajo. He oído de sus bocas te quiero, te odio, te amo, te mato. He olido el sudor de sus manos dando palmas a composiciones imposibles y la pólvora del gatillo de quien no encontró en el diccionario definición a su ignorancia. He saboreado el plato humilde de quien te da lo mejor que tiene y el veneno de quien esconde en la nevera el alma. He sentido su espada, su caricia, su venganza, su calor, su codicia, su valor, su risa sin prisas para irse y hasta sus lágrimas por no poder quedarse. Con todo esto, solo me atrevo afirmar que me sé humano. Aprendido queda con matrícula la asignatura de no creerse el ombligo del mundo, y que aquí, lo que queda, lo que soy, lo que puedo ofr

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Si no estas

Te enciendo con el fuego de la llama que sale del amor que arrastro. Te absorbo con lentas bocanadas del aire sobrante que guardo. Te consumo poco a poco y lentamente te envaso en una idea que más tarde repaso en calma. Te amo sin censura desde la triste distancia que prohibe el tacto pero no la presencia del vaso en que te guardo cuando no estas.

Eusebio – Capitulo I - Santos Inocentes

Por muy fuerte que caiga, hay cosas que la lluvia no se lleva nunca. Eusebio lo sabía, por eso, aquella mañana de martes, veintiocho de diciembre de dos mil diez se había levantado con el mismo mal humor de siempre. La aguja pequeña del reloj aún no había llegado a las nueve de la mañana, pero más de cuarenta años trabajados a la espalda dejan secuelas. Una de ellas, era madrugar en exceso cuando nada se tenía que hacer. La temperatura de la casa era estable. Las ascuas de la chimenea aún resistían desde la noche anterior al frío que se adivinaba desde la ventana. Aún no había salido el sol, pero la luna parecía ya cansada de reinar, en fase menguante iba dejando a poco pasar la luz que en breve despertaría el ansia de la cuidad. Su espinazo fue el primero en quejarse. Le recordó con todo el rencor que puede asumir una espalda todos aquellos años en que anduvo mal posicionada en una triste silla de oficina. Encendió más por costumbre que por gusto la máquina que se había regalado por N

Sortilegio - Capítulo I - Génesis

Samuel siempre había sido un hombre muy dubitativo. No vivía colgado en la duda, simplemente, atendiendo a la más profunda acepción de la palabra mantenía en suspensión cualquier juicio acerca de un hecho. Desde la infancia había cogido la costumbre de alejarse de cualquier extremo. Partidario por naturaleza de los términos medios, los dogmas siempre le daban más preguntas que respuestas. Su cabello negro y liso había sido asaltado por el tiempo, contando ahora con más canas que recuerdos. Sonrió al pensar que no se acordaba de la primera vez que lo sorprendió el blanco en su pelo, simplemente sucedió, y un día cualquiera frente al espejo descubrió que en su azotea, había nevado. Era joven, más todavía en espíritu. Lucía barba grisácea, a ras, con gesto seco, pero sonrisa amable. La nariz, para algunos, quizá demasiado importante. Sus ojos eran pequeños, su mirada grande. Siempre fue pintor, pero dado que nunca vendió un cuadro, tuvo que ganarse la vida como panadero. No odiaba su trab