Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Aunque mucha gente no lo sepa a ciencia cierta, la Muerte, como cualquiera, se equivoca. Es cierto, que en cuestiones de conciencia, anda fundamentalmente a la pata coja o según convenga. De los puntos fuertes que pudiera, o no pudiera tener, desde luego este, no sería uno de ellos. No es sin embargo casualidad, para aquel trabajo, la conciencia es un lujo uno no se puede permitir. Su corazón es de fuego, y su beso es calmo, sereno, indoloro, tranquilo y eterno.
En todos los tiempos se la quiso en exilio. Odiada siempre, escupida por los que la esperan, injuriada incluso por los que algún día de ella hicieron los colores de su bandera. Vilipendiada, mal entendida, juzgada y sentenciada al odio por el mero hecho de finalizar lo que casi siempre el hombre empieza.
La Parca, por muchos que algunos se empeñen, no tiene, ni inventó las armas.
Pero incluso lo común a todos, no es perfecto, y Ella se erraba como cualquier otro. Con Lucio se equivocaría en dos ocasiones. La primera, cuando le cogió la prisa en aquel accidente con barranco y cuneta, y se llevó a la única persona que allí no debía estar. Un tal David. Sorprendida ante su error, decidió hablar con él. .
- ¿Porqué yo?
- Por error… -contesto la dama cabizbaja, cansada de escuchar aquella primera pregunta una vez más-
- No puede ser, debe de haber una forma de hacerme volver…
Relató entonces aquel hombre los capítulos tercero y cuarto de su vida. Le nombró a Luna, le dijo que ella aparentaba tener menos edad de la que realmente tenía, que sonreía bordeando la risa, que sus ojos eran castaños, que su flequillo irregular, que la amaba, coño, que la amaba, ¿que más razón necesitaba?
Le habló de necesidad, de que sin ella su alma se desgarraba y poco valdría, de los mil escalofríos que sentía con tan solo pensar que jamás sentiría su piel en las manos. Imploró, rogó, suplicó, pidió, exhortó, apeló, requirió y clamó hasta quedarse sin voz.
Aquella figura blanquecina le escuchaba con atención, y aún sin sentimiento, y fuera de todos los límites conocidos de la compasión, decidió aliviar su cansancio. Cansada de increpaciones, pensó que esta vez no le apuntarían a su bajeza, las bajezas humanas.
- Un segundo – le paró– Hay una forma… Pero no depende de mí, sino de vosotros.
- ¿Cuál? –murmuró David casi sin poder hablar por el resquicio de esperanza –
- Te dejaré volver una noche, una hora, y aquella persona a la que fui a buscar, deberá ocupar tu lugar
Acordaron acuerdo y trámites. Ante la borrachera permanente de aquel que debió ocupar su lugar, y sabiendo todos que el licor hace que cause baja la razón, la muerte permitió que Sofía fuera la voluntad de su padre.
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