Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Hoy, aviso…
Me puede el papel.
Segundo síndrome del escritor, cuando uno no soporta sus propias palabras, nada gusta, y cualquier acierto parece un exceso. Todo parece dar vueltas sobre todo, cierran entonces por vacaciones las quimeras, de martes llena la mirada que se tira al suelo, mientras a uno le suenan a manidas las mejores frases de los cuentos. Después de cada punto, una duda, y no saber nunca si remolcar esta tira diaria a la pasión o a la conciencia.
Como ser humano, me juzgo (posiblemente de forma indolente), como virgen en la segunda. De las pocas cosas que uno puede tener limpias pasados los treinta, de seguro, caso propio, integridad es lo que nunca me faltó. Y aún reconociendo que pudiera ser en exceso, motivo de pecado capital, lo reconozco, me siento con orgullo.
Y no diré que las cuestiones de moralidad sean cosas de errar o no hacerlo, pues yerro, y me equivoco tanto en los pasados como procuro no equivocarme con los futuros. Es cierto. Como lo es, el hecho de que me jugara la piel por quien solo necesitaba carne para comer. Como pudiera ser, que en el camino, más de una vez me dejará en la cuneta amigos para los que no dispusimos punto equitativo en la razón. Lo es, como la certeza de que ya olvidé cuantas veces se me olvidó por sobra de vergüenza pedir perdón.
Es cierto…
Hoy, como les dije, no tengo derecho a escribirles…
Hoy, me puede el papel y yo, no soy yo.
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