Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Soy veloz, pero lento cuando el menor indicio de tu voz me insinúa que ha tocado la campana para la pelea de besos. De si tuve fortaleza algún día para negarte un cuerpo a cuerpo me olvido, ahora que somos dos labios juntos, que pierden la aritmética del uno más uno. En el ímpetu que trae consigo la impaciencia la lengua quema, arde, como dicta el poema, buscando en cada reproche de tu verbo un hueco. Lo encuentro, me va la vida en ello, ahora que solo me importa tu boca, tu boca, que muerdo suave, que toco, que sin un solo sonido me dice que de este temporal de locura tan solo es el punto de partida.
Mis manos, aún ya maduras, pierden la cordura buceando en tu falda. Se pierden, y siendo fiables, parecen inseguras cuando agarran tu cintura para acercarte, tan cerca, que ya no puedo tocarte. Trama mi cabeza el siguiente paso, cuando al raso del instinto ni siento las yemas de las manos en tu cabeza. Entonces, ciego de vista, el mundo parece pararse.
Mientras, yo, de nuevo, aprendo a besarte.
Noto el temblor de tus piernas, mientras nos deshacemos de la parte superior de nuestras prendas. Somos peonza, y a la vez cuerda. Un sortilegio me embarga ora que son libres tus senos. En mis fauces el latido de tu corazón, quedan los complejos desnudos, comprenderá vos, que a mil latidos por segundo es fácil que uno pierda la razón.
Entro con el cuidado descuidado, tu mirada se dilata, mientras te muerdes la parte inferior del corazón. Tus brazos se convierten en el cinturón que me desata, tus lunares en mí dispararte, el sudor de tu pecho pasa a ser mi hambre y tu ombligo el centro de mi universo. Todo se desbarata, cuando toda tú te conviertes en gemido y yo exhausto quedo en ti.
Y después…
Después la calma.
muy muy pero que muy bonito.
ResponderEliminarele ele y ele,
gracias.
ejem ejem...........enfin despues de un torrido suspirooo....sin palabras como siempreee...
ResponderEliminarp.d. campanilla