Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
De Miranda con su Logroño en fiestas, a la última en Granada, con paradas en Aras y Cristinas, con una desazón detrás de casi todas las esquinas. De Málaga, con su Torrox… Y las risas, mis penas, las niñas, el amigo, las lunas llenas pintadas en las orillas del mar, las ojeras, la cueva y un poco de más.
De aquella que nombramos reina y no llegaba ni a princesa, de las obras en mi sitio, del primer 25 de agosto sin sentido, de mis ruinas de cuarto de siglo, de mis queridas zalemas, de mis odiadas fracturas.
De mis rutinas con el sol, de las vespertinas que hacen soñar con un laboro diferente, de boludo a pelotudo.
De no tener presente a no soñar con futuros.
De nuevos adioses y nuevas bienvenidas, de los que están y de los que no volverán más, de la boda del pequeño que me venderá, del sueño que me quedó por dormir, del olfato que ya no tengo, de cada una de las palabras que perdí.
De la falta de intentos, de las muchas veces que pienso que ora hace mucho tiempo que no digo te quiero.
De mi Nuria, de las vueltas sin motivo a cierta carretera, de los cumpleaños no celebrados, de las risas, de los petardos, de mi madre y de mi hermano, de mi padre, de mis lujos en las manos cuando en ellas habitaron ciertas manos, de mi hermana como emigrante en Londres.
De sus chavales contra mis chavales, de Gabriel Omar el gol (de quien si no), del fracaso del Glenn Cova (ya se hace uno mayor), del flaco y del cambio de la habitación por el salón, de lo quemado, de lo poco que va quedando del corazón.
Del asombroso fiasco de las faldas en lo referente a la ilusión, del tacto engangrenado, de todo lo que una vez más no fui, de la eterna pregunta ¿Dónde cojones perdimos por esto la ilusión?
De mi verano, que ya pasó.
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