Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
de ti cada recoveco,
seguir tan solo viviendo
con tus senos de reto,
subirte lento de cerca
y trepar como yo trepo
cuando se acerca el mar.
Quitar de tu lengua el sueño
y volverte a empezar
sin siquiera respirar
en tus brazos como cepo.
Prefiero al grito, susurrar,
evitar la herida del eco.
Bastar debieran dos palabras
para un corazón tan seco.
Y volver a empezar
sabiendo que en ello peco.
En el cielo de tu labio
la yema de mi dedo
pidiendo silencio para hablar
esas dos palabras de nuevo,
que escritas en la mirada
hacen de perfecto cebo
para volver a contar
de ti cada recoveco.
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