Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2011

Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

En tú espalda

Para María Trueba que en una mañana de mayo me sirvió de musa sin saberlo: Ensayo mis caricias en tu espalda sensualmente disfrazada por tu piel que me dispara un efluvio, color miel, al tacto de mi mano imaginada. Quiebro mi emocionada vista en el salto de tu espalda en botella donde se enzarza juguetona la melena que cae en cascada sin dejar pista. Expongo mi nombre en tu fruta delicioso melocotón aún a madurar que me provoca y me incita a amar dejando mi mente torpe, mísera, bruta. Por favor, no vuelvas la mirada déjala siempre mirando a la entrada para yo desde la salida comer tu espalda donde dejaré una quimera clavada.

Saber

Estorba mi monotonía, no respetes lo que besé, desata mi melancolía, que yo no sé... Haz morir la felonía, roba lo que pensé, sácame la cobardía que yo no sé... Haz tuya la ironía en la que yo descansé, dame pie y huida que yo no sé... Haz nacer el día que yo dejé envejecer, haz volver la vida que yo no sé...

Gunitando

Firmamos el viernes tratado de palabras. Muy pronto, los cinco reunidos, supimos que de los límites del cuerpo, olvidaríamos ese día los propios. Hoy, que decido cada paso, que no cuento cuentas, ni tengo extradiciones pendientes. Me equivoco lo justo cuando se trata de compartir mesa.   Ya pasada, sé que esa jornada, la llevaré siempre conmigo. El medio día, llevó a la tarde. Por el camino nos llevamos con nosotros un trago de Mallorca, uno de Cádiz, uno de La Rioja. La tarde, nos quitó   pronto el sol. Para jugar a las intimidades es mejor ser parco en luces. Venía la noche, llena toda de la luna, y acabó por llevarnos de todas las Sevillas, a la Nueva. Aunque no me creía, subí de nuevo, de abajo arriba, la calle Caño. Justo igual, que cuando tenía corazón. La mirada se me escapaba de la conciencia, sola giraba a la izquierda. Uno, en tales condiciones, es normal que piense que la vida es una hija de puta. Más si el   colorín colorado, te coge por a la espalda y a traición. El Medite

De verdad

Como explicarle a alguien quien eres, cuando eres tantas cosas a lo largo de un solo día. Cuando es tan grande el riesgo de perderse a sí mismo en la vida. No entiendo muy bien los motivos que hoy, si me llevan a dejar un trocito más grande de mí. No obstante, no es que peque de exceso en motivaciones. No creo que sea de etiquetas, adelanto, ni de lemas, aunque sí puedo decir con todas sus letras, que soy de verdad. En una noche cualquiera de febrero quería escribir para mí y no para el general. Prefería desnudarme unos trocitos de esencia, solo. Vestir las palabras con carácter privado, ora que hace tiempo que publico por cuenta propia más cuentos que vida. Con el sol huido hace ya horas, me tengo solo en un cuarto, con un papel, un trozo de recuerdo, unas palabras de mujer, y una impresión, elegante y discreta. Me tengo con la pregunta sin respuesta de por qué me importa tanto la palabra, de por qué me hace tanta falta. Frente al espejo en el dos mil once, son más fáciles las miradas

Soy tu ser

Yo soy el negro de tu sombra, la lengua de tu conciencia, el rugido que te sueña, soy en el tiempo la paciencia límite de tu retiro,                    Soy la presencia... Yo soy lo blanco que pida, calados besos sin ciencia, el calor de chimenea, soy el juguete, la videncia, la envoltura de un solo hueco,                    Soy la trasparencia... Yo soy de plata bandeja, de tu mano la tendencia y la comarca de tu andar, Soy apatía de violencia, una ola que no tiene mar,                    Soy la prudencia... Yo soy tu misma contigo, un relato con licencia y esas cincuenta caricias que siempre te esperan pese a la distancia... Yo,                                       Soy tu herencia...

Jaque Mate

Te marca el piano, como si fuera el corazón la entrada. Lo sabes, es hora de componer, de hacer de las posibles, la mejor canción, el mejor soneto, la mejor carta de las cartas perdidas. Toca olvidarse de lo aprendido, de invertir más allá del olvido, de conseguir de los posibles, lo que nunca has conseguido. Toca… Joder con el papel, de nuevo, por primera vez. Un frente a frente, una última ordenanza donde dejarse cada último recoveco del alma. Una vez más, ser más tú de lo que ya eres, una vez más, sorprender con magia a las rutinarias. Del trastero legañoso, toca, secar las legañas, romper en cien mil cien pedazos las perezas presentes que atan las palabras. Es hora, de volver locas a las cuerdas sensatas que te atan al abismo pasado. Dirán los que no saben que es hora de hacer magia con las palabras, dirá uno que aún sabe menos, que toca dejarse llevar y dejar que el término de una silaba te ponga de frente a la siguiente. Es fácil, si no lo piensas, es difícil si no lo inten

Un cuento para un cuento

Erase una vez, una princesita a la que la encantaba soñar. Decían de ella que era mágica, nada extraño, tratándose de un hada. Sin embargo, contaban algunos juglares, que sus poderes iban más allá de los sentidos. Era capaz de convertir los lunes en domingos, de aparentar a sus veintinueve siglos, poco más de dos décadas, de solo con su voz curar las pesadillas. De hacer volar la imaginación de los peores poetas, de darles a los escribas que no las encuentran, sus letras. Detenerse a mirarla, era perderse. Tenía voz de espuma, como cuando rompe la mar, como cuando huracana el cava porque merece la pena brindar. Su castaño pelo terminaba en un flequillo indecente, exclusivos eran sus labios, sus ojos, su nariz, su risa como bostezo que te hace sonreír. Delicado como pétalo su cuerpo aparentaba ser. Para el tacto de su piel, aún nadie inventó la palabra. Su nombre, mi delirio, era Monika, y pronunciarlo, te dejaba en el cielo de la boca cierto aroma a hogar. Vivía al norte, a unas cuatro

Una buena persona.

Con el papel delante, quería escribir hoy, el mejor de los cuentos. Advierto, no sale. Me vienen a buscar las palabras para hacer sangre. La pluma tan llena a espuertas de tinta canalla no admite, a fecha de jueves, historias aptas para todas las edades. La mirada echada a suertes al laberinto de un adentro cada vez más sombrío que de costumbre, no mira hacia nadie, ni hacia nada. La conciencia, con cartel de venta, negocia el alquiler del alma. En tales circunstancias entenderán ustedes el soborno al corazón, " te prometo cualquier sustancia con tal de que no me digas más, que ahora, de todos los posibles, soy el posible malo ". De pisar arenas movedizas a ser el rey de los pantanos es en excelso, corta la distancia. Tan corta, como corta el cuchillo que amenaza la cuerda saltimbanqui de esta huida. Por timonel parece haber un corsario, pero… Que se me pare el pulso si me vence finalmente la podredura, si puede el pus de la rabia con lo bueno que queda, si fermenta el poso d

Con delicadeza

Lo reconozco. Tengo tanto miedo a que me decepcionen, que no doy opciones. Pido disculpas a las dolidas, pero en resumidas cuentas, por muchas afrentas que se me adjudiquen, piénsenlo, habiendo tanto camarero de la emoción, ¿para que buscarse un novio poeta? Más, si éste, olvidó como construir relaciones, y ve en cualquier inicio un castillo de naipes. Es posible que pueda ser que me sienta vencido ante la apología terrorista del beso del dos mil once. Admito que puede ser falta de mi raciocinio para entender la filosofía del todo vale, del todo cuesta tan solo dinero, del más es menos, del como quieras, pero ni una palabra a mí marido. Ya con canas en algunos de los pelos de la barba, y los huevos hinchados con su colorcito violeta, no pretendo tener razón. Uno se basta y sobra de su opinión para sacar la bandera blanca si hiciera falta, para pedir disculpas si dolo en la palabra (para los de la LOGSE, si hago daño con lo que digo o escribo), para solicitar extradición de tu cama si n

San Valentín - 15 de febrero

Lo malo de los almanaques, supongo, es que no se adaptan a las necesidades. Me gustaría admitir que un lunes es tan buen día como para otro para estar enamorado y salir a celebrarlo, sin embargo, me voy a permitir dudarlo. De porque no creo en los calendarios tengo más hechos que respuestas; de ellos, de esos días tan señalados, he borrado aniversarios que nunca pensé borrar, he puesto el cartel de cerrado en las ventanillas de aquellos cumpleaños que perdieron el sentido en lugar de ganarlo con el paso de los años, he cedido noche viejas al puro dolor, he perdido en la noche buena las ganas de cena, y vendí la parte de lo poco que queda de mi alma en una noche de San Juan. En hogueras he quemado mis palabras mal dichas en fallas, y debo admitirlo, no deje pasar la oportunidad de comer carne en jueves santo. Me fui al sur en los Sanfermines, y no miento en absoluto, si afirmo que subasto mi cuatro de julio al mejor postor.   De porque odio el calendario, me sobran razones, especialment

¿Nuevos tiempos?

Corrían las cinco de la mañana cuando el cerebro me pidió tiempo muerto. Por mucho alcohol que me eches -advirtió-, ya no puedo estar sin pensar. Pincho su rueda justo en la fase del desfase, cuando para besar sin ganas haces de corazón tripas, vas sin casco o caes en mejor horterada que el resto del rebaño que paga a quince euros la entrada de aquel lugar donde a uno le debieran pagar por entrar. Vidas perdonadas por gorilas de puerta, las dejamos para un especial. Pasamos de los sesenta a los setenta, de los ochenta a los noventa, y de estos últimos al ruido. Dicen algunos, ruido de calidad, pero cuando los sonidos rompen más que alimentan la palabra, por mucho envoltorio con que venga, se queda en lo que se queda. Ruido. En su fauna contaba con tontitos a mansalva, el guardarropa sin secretos, en la barra posturitas sin pose, algún chaval con los lunares del alma por fuera, biceps de garrafón y cuanto más se vea de teta, mejor que mejor. Sombrero sin chisteras a granel, la copa co

Caballerizas

Gusto de considerarme caballero incluso cuando quien comparte tablero dista de saber de Damas. Trato de medir en milímetros la palabra, y vetadas tengo todas aquellas, perdónenme la licencia infantil, que “cabieran o cabiesen” dentro de un corazón. Hoy, que me muevo por el alambre del lío con el arte de liarla, sin perder de los documentos el de las identidades, sigo guardando la silla de montar en las caballerizas. Reconozco que perder el dolor puede ser la causa principal para la perdida de la palabra. Ora que uno anda con la magia rondando, pierde de la cabeza esas tristezas tan adecuadas para las letras. Olvidados los pasados, cuando uno se piensa los futuros con vestidos de lentejuelas, sale caro pintar La Zalema con suficiencia de dramas, con el punto justo de lágrima, con poco de sal y mucho de pimienta. Ustedes me perdonaran, y en mi defensa solo tengo un nombre. Menos perdón merezco si además, les pido que tiren de paciencia, ya que hasta el dieciocho de febrero, no le toca a

Soneto del hambre

Que caros que fueron tus besos lejos de cualquier boca, alma tallada de roca y un lustro sin hacer presos. Hoy te preguntas por lechos donde olvidar la cota que a ti te hizo ser sota y cultivo de barbechos. Ahora, deseas ser presa de dentaduras voraces que no te dejen ilesa. Lujuriosa te apareces como mujer que besa por el hambre que mereces.

Si no estas

Te enciendo con el fuego de la llama que sale del amor que arrastro. Te absorbo con lentas bocanadas del aire sobrante que guardo. Te consumo poco a poco y lentamente te envaso en una idea que más tarde repaso en calma. Te amo sin censura desde la triste distancia que prohibe el tacto pero no la presencia del vaso en que te guardo cuando no estas.

Olvidarse

Quiero olvidar quien soy para convertirme en lo que pienso, para ser pote de condimentos y leña de sincero fuego, para derretirme como hace el hielo en el diván de tu labio… [y de tu beso]. Quiero olvidar quien soy para convertirme en lo que siento, para derrarmarme, tinta sedienta, que juguetea en tu papel sin anhelo, para ser la burlona palabra que en tu corazón es seseo.   Quiero olvidar quien soy para no escuchar el gélido aliento… y correr, y correr de tu mano por un sendero libre y eterno donde no nos alcance la marca ni la noche, ni el día… [ ni el tiempo].

La última pareja

Cuando respondí, no me respondieron, y de aquellos tiempos donde uno aún pensaba con el alma prácticamente no me queda nada. Me salen muy caras las ideas para hablar de ellos, ora que en los bolsillos voy muy justo de fantasía. Lamentablemente no dispongo del suficiente talento para explicar con letras lo que se dice sin palabras. Neruda diría que le gustan cuando callan, cuando hay silencio, cuando no hace falta decir nada. Yo, me limito a sonreír por dentro, a animarles a que en su pensamiento sigan teniendo tan claro que merecen la pena. No es envidia, ni siquiera admiración. Es instinto de supervivencia, y saber, que mientras en pie siga la última pareja, habrá esperanza. Bichito, le llamó ella con los labios perfectos llenos de corazón, derrotando cualquier atisbo de duda sobre el origen de la magia. Me gana la ternura de sus actos, sus formas, aquel sombrero que guarda una chistera, sus pasiones, dos ojos del color del mar, sus pequeños enfados, sus corduras, sus defectos y

Un martes cabrón y una pregunta

Con el pasado plagado de hipotecas fui a un martes cabrón de futuros inciertos. Fue en Febrero, hace tan solo un día y sin luna de por medio. Con la luz de reserva encendida y las maletas perdidas en cualquier aeropuerto, uno ya no recuerda a estas alturas si viene o si va. Aprendí a base de fuerzas que es necesario para poder levantarse primero hundirse. Y en cuestiones de Titanic, cualquiera que me sepa, me reconoce bueno. Lo que más quise fue lo que más me quiso matar y pese a las trabas de mis pensamientos que me dictan que tire la toalla, no puedo evitar tener esperanzas cuando toca de nuevo empezar a soñar. Ayer, fue el día perfecto para comprar todas las acciones de vudú. De porque me dolía el corazón solo tengo la certeza. De la sensibilidad de mis yemas, solo me quedaron estigmas, de la cama, solo la pesadilla diaria que me recuerda que por mucho que me empeñe en olvidar, a veces, los sueños, sí que son de verdad. Hoy es otro día. Me costó levantar el alma, pero pude. Fue ento

Panes y peces

En carentes rebanadas has repartido tú el pan, de los peces, mejor no hablar y a ese vino que es tu sangre… le falta tanto macerar. Te escribo para que no existas y así poderte insultar… por la muerte de la luna por la maldita inquisición, por la suerte y la fortuna que de ti no tomaré yo; por los sabios que calculan que el amor es cosas de dos, por el plañir de una puta para la que no hay corazón, por lo extraño de la fruta y por obligarnos al no, por las tasas y las multas que nunca te pagaré yo. Te creo para darme excusa por lo agudo que resulta sentir al pobre que es pobre con la casa de cartón, te encarcelo por memoria por lo falaz de tu puerta y ese traje de etiqueta que se pide para el cielo… Por cada iglesia que llenas para ego de tu grandeza porque se te corte el alma como a mí este papel, por el rojo sabor acre del que carece tu piel. Te invento para negarte, levantar alto mi cáliz y por tu ostracismo brindar con un vino que al beberlo no me proponga vomitar.

Entradas populares de este blog

Si no estas

Te enciendo con el fuego de la llama que sale del amor que arrastro. Te absorbo con lentas bocanadas del aire sobrante que guardo. Te consumo poco a poco y lentamente te envaso en una idea que más tarde repaso en calma. Te amo sin censura desde la triste distancia que prohibe el tacto pero no la presencia del vaso en que te guardo cuando no estas.

Eusebio – Capitulo I - Santos Inocentes

Por muy fuerte que caiga, hay cosas que la lluvia no se lleva nunca. Eusebio lo sabía, por eso, aquella mañana de martes, veintiocho de diciembre de dos mil diez se había levantado con el mismo mal humor de siempre. La aguja pequeña del reloj aún no había llegado a las nueve de la mañana, pero más de cuarenta años trabajados a la espalda dejan secuelas. Una de ellas, era madrugar en exceso cuando nada se tenía que hacer. La temperatura de la casa era estable. Las ascuas de la chimenea aún resistían desde la noche anterior al frío que se adivinaba desde la ventana. Aún no había salido el sol, pero la luna parecía ya cansada de reinar, en fase menguante iba dejando a poco pasar la luz que en breve despertaría el ansia de la cuidad. Su espinazo fue el primero en quejarse. Le recordó con todo el rencor que puede asumir una espalda todos aquellos años en que anduvo mal posicionada en una triste silla de oficina. Encendió más por costumbre que por gusto la máquina que se había regalado por N

Sortilegio - Capítulo I - Génesis

Samuel siempre había sido un hombre muy dubitativo. No vivía colgado en la duda, simplemente, atendiendo a la más profunda acepción de la palabra mantenía en suspensión cualquier juicio acerca de un hecho. Desde la infancia había cogido la costumbre de alejarse de cualquier extremo. Partidario por naturaleza de los términos medios, los dogmas siempre le daban más preguntas que respuestas. Su cabello negro y liso había sido asaltado por el tiempo, contando ahora con más canas que recuerdos. Sonrió al pensar que no se acordaba de la primera vez que lo sorprendió el blanco en su pelo, simplemente sucedió, y un día cualquiera frente al espejo descubrió que en su azotea, había nevado. Era joven, más todavía en espíritu. Lucía barba grisácea, a ras, con gesto seco, pero sonrisa amable. La nariz, para algunos, quizá demasiado importante. Sus ojos eran pequeños, su mirada grande. Siempre fue pintor, pero dado que nunca vendió un cuadro, tuvo que ganarse la vida como panadero. No odiaba su trab