Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo
Quiero olvidar quien soy
para convertirme en lo que pienso,
para ser pote de condimentos
y leña de sincero fuego,
para derretirme como hace el hielo
en el diván de tu labio…
[y de tu beso].
Quiero olvidar quien soy
para convertirme en lo que siento,
para derrarmarme, tinta sedienta,
que juguetea en tu papel sin anhelo,
para ser la burlona palabra
que en tu corazón es seseo.
Quiero olvidar quien soy
para no escuchar el gélido aliento…
y correr, y correr de tu mano
por un sendero libre y eterno
donde no nos alcance la marca
ni la noche, ni el día…
[ ni el tiempo].
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