Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo
Con el papel delante, quería escribir hoy, el mejor de los cuentos.
Advierto, no sale.
Me vienen a buscar las palabras para hacer sangre. La pluma tan llena a espuertas de tinta canalla no admite, a fecha de jueves, historias aptas para todas las edades. La mirada echada a suertes al laberinto de un adentro cada vez más sombrío que de costumbre, no mira hacia nadie, ni hacia nada. La conciencia, con cartel de venta, negocia el alquiler del alma.
En tales circunstancias entenderán ustedes el soborno al corazón, "te prometo cualquier sustancia con tal de que no me digas más, que ahora, de todos los posibles, soy el posible malo".
De pisar arenas movedizas a ser el rey de los pantanos es en excelso, corta la distancia. Tan corta, como corta el cuchillo que amenaza la cuerda saltimbanqui de esta huida.
Por timonel parece haber un corsario, pero…
Que se me pare el pulso si me vence finalmente la podredura, si puede el pus de la rabia con lo bueno que queda, si fermenta el poso del dolor, tanto, que llega el momento en que el espejo me devuelva una vacante.
Que se me corte el latido si empieza a atraer de mí más el rufián que el caballero, si el hedor de la soberbia me da la vuelta al hedor corporal, si acaba la decadencia pareciéndome normal, si la indecencia de besar sin morir besando me parece tan habitual que olvido besar.
Que se me acabe el tiempo, la noche, la luna, las estrellas y demás mariconadas, si al final de la noche, cuando le toca a uno acostar sus pecados, no queda rastro alguno de buena persona.
Si al termino de los terminales, no sé quién soy. No soy yo.
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