Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo
En carentes rebanadas
has repartido tú el pan,
de los peces, mejor no hablar
y a ese vino que es tu sangre…
le falta tanto macerar.
Te escribo para que no existas
y así poderte insultar…
por la muerte de la luna
por la maldita inquisición,
por la suerte y la fortuna
que de ti no tomaré yo;
por los sabios que calculan
que el amor es cosas de dos,
por el plañir de una puta
para la que no hay corazón,
por lo extraño de la fruta
y por obligarnos al no,
por las tasas y las multas
que nunca te pagaré yo.
Te creo para darme excusa
por lo agudo que resulta
sentir al pobre que es pobre
con la casa de cartón,
te encarcelo por memoria
por lo falaz de tu puerta
y ese traje de etiqueta
que se pide para el cielo…
Por cada iglesia que llenas
para ego de tu grandeza
porque se te corte el alma
como a mí este papel,
por el rojo sabor acre
del que carece tu piel.
Te invento para negarte,
levantar alto mi cáliz
y por tu ostracismo brindar
con un vino que al beberlo
no me proponga vomitar.
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