Ir al contenido principal

Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...

Carta abierta a un amigo

Dice mi amigo Coque que no me ande tanto por la calle de en medio. Que me plante, que decida, que termine con un órdago a la grande esta eterna partida. Me propone que entre el blanco y el negro no haga mezclas. Con razón, me advierte, que soy demasiado pequeño para seguir buscándole a la luna las cosquillas, que quizá ni las tenga, que dejé de jugar a ser poeta cuando no escribo, que coja por los huevos al sueño y le aplique el factor sorpresa.
Responderle me parece sencillo, ya que le entiendo la pregunta y el consejo. Sé de la noche por sus curvas, que es de mentira. No me corrompen más de lo necesario las luces de neón. Incluso aunque llevo de lo bueno, la mejor compañía, suelo llevarme a la cama nostalgias. Melancolías eternas, de las que no se ahogan, de las que quedan tan clavadas que sacarlas, supone desangrarse.
Aunque a veces ahora lo parezca, no he tachado aún de mi diccionario ninguna de las palabras que en otro tiempo fueron mi alfabeto. No he cambiado de sueños. Ni siquiera por doblones o especias de contrabando puedo cambiar mi bandera blanca por la de corsario. ¿Conoce usted pirata, que no diga te quiero a cualquiera?
Responderle en voz, truncada, me parece complejo, ahora que no puedo apostar con seguridad si de los cuentos soy el bueno, el malo, o simplemente, el feo. Tan solo soy lo que queda de mí y unas gotas de magia que guardo escondidas, por si toca, por si llega el momento de montar de nuevo un cuarto para las hadas.
Dice mi amigo Coque, que me plante, que pregunte, que reciba o ponga en el tablero el jaque mate. Y yo sé, que tiene razón. Sin embargo, es cierto que no puedo. Cualquiera de las dos posibles respuestas, me hace temblar de miedo.
Hasta que pare ese temblor, me necesito con abismos, me necesito con vosotros.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Cuarto de las Hadas

Quizá sea cierto y exista un lugar donde cada palabra tenga alma, donde ser, no se atraviese en la garganta y mirarse en el espejo sea una aventura Quizá sea Magia entender que es tan sencillo como dos labios que al chocar puedan llegar a decirse “Nunca te dejaré escapar” Quizá sea cierto y exista el cuarto de las hadas donde el cuento empieza y vuelve a empezar, y vuelve a empezar… Silencio… Que tus palabras no estropeen lo que dices con la mirada… Silencio… Ora que en el espejo de tus ojos está El cuarto de las hadas

Sortilegio - Capítulo I - Génesis

Samuel siempre había sido un hombre muy dubitativo. No vivía colgado en la duda, simplemente, atendiendo a la más profunda acepción de la palabra mantenía en suspensión cualquier juicio acerca de un hecho. Desde la infancia había cogido la costumbre de alejarse de cualquier extremo. Partidario por naturaleza de los términos medios, los dogmas siempre le daban más preguntas que respuestas. Su cabello negro y liso había sido asaltado por el tiempo, contando ahora con más canas que recuerdos. Sonrió al pensar que no se acordaba de la primera vez que lo sorprendió el blanco en su pelo, simplemente sucedió, y un día cualquiera frente al espejo descubrió que en su azotea, había nevado. Era joven, más todavía en espíritu. Lucía barba grisácea, a ras, con gesto seco, pero sonrisa amable. La nariz, para algunos, quizá demasiado importante. Sus ojos eran pequeños, su mirada grande. Siempre fue pintor, pero dado que nunca vendió un cuadro, tuvo que ganarse la vida como panadero. No odiaba su trab...

Si no estas

Te enciendo con el fuego de la llama que sale del amor que arrastro. Te absorbo con lentas bocanadas del aire sobrante que guardo. Te consumo poco a poco y lentamente te envaso en una idea que más tarde repaso en calma. Te amo sin censura desde la triste distancia que prohibe el tacto pero no la presencia del vaso en que te guardo cuando no estas.