Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Si supiera escribir, haría un tango para contarte los otarios que lucharon por tus sabanas, los caminos que no se puden andar con pasos, las lunas que comparten con el sol colchón, tus brazos, tus pechos, tus labios, los besos que te faltaron, los sueños que te cambiaron de estación, tus piernas, tus muslos, tus parpados, todos esos sábados que por mucho pintarlos acabaron en marrón, tus sonrisas tristes, tus cargos, tus tristezas envenenadas que acabaron en cinco centímetros menos de falda, y los tantos y tantos cerrojos con los que candaste el corazón.
Si supiera escribir, haría de ti un soneto comprensible, una dirección, un poder para ir en contra de la devoción, un saber perder, un buscador para las almas, un volver sin la frente marchita, un nuevo amanecer donde no haya más astro rey que tu boca.
Si supiera escribir, haría de vos, porque no decirlo, otra mujer.
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