Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo ...
Acumulado es el cansancio que me lleva hoy a estas palabras. Vengo tenso, con el bastón de la razón demasiado apoyado en el suelo. Gastado. Con la ilusiones como cometa, volando, pero con cuerda.
Escribo, a pesar de que no quiero que nadie me vea los secretos. Entro en cada línea con mimo, siendo cada palabra la última palabra que escribo. Sintiendo, dejando que el latido me marque el ritmo contrario a esta decadencia.
Un amiga se acerca para mimarme las contracturas del alma, mientras que un amigo me mira con cara de asombro… ¿Tan mayor usted, y aún creyendo en molinos de viento?
Así, me acerco al abismo sin nada que decirle.
Y estoy tan encima y tan debajo de la noche, que me doy miedo. Sin ser quien fui, ni quien seré, queda tan solo la amalgama del recuerdo de quien ya nunca seré. Queda eso, y un norte con la magia de devolverme los sueños.
Es su nombre la tijera que corta la cuerda de esa cometa. El viento. La única forma de las admisibles de que el descreído del espejo que me recorta sentimiento ceda terreno. Me sé imposible sin creer en lo que creo, aún no sabiendo, si es posible.
Así, me acerco al abismo sin argumentos para darle.
Me acuesto entonces, con los ojos vacíos. Duermo las letras en este párrafo, y trato de pensar en que en este momento, sale más a cuenta dejar en un baúl los pensamientos.
Toca partida de escondite inglés, y aunque ya nadie sepa contar hasta tres tengo en la recamara una última bala. Una nueva vez para ser de verdad quien soy, para olvidar el papel en el que esta mañana les cuento que ahora ya si tengo para el abismo algo que decir.
Le grito; y mi eco repite: Pensarte es saberse a un beso del cielo.
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