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Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

Que me dijera

Me gustaría que me dijera que no le gusto un comino, que ni le gusté, ni le gustaré siquiera cuando me sepa totalmente perdido. Que no le gusta que me guste, tanto como me gusta.

Que me dijera que no soy de su mitad el doble que le complementa, que por usted, París, se puede hundir tanto como Venecia.
Que no guardamos bajo la piel el mismo átomo, el mismo sueño, los mismos verbos que acaban por decir lo mismo.
Que no la entiendo cuando se le eriza la nariz, que es mentira que comparto su opinión cuando dice que no le importa que llueva, que le moleste de veras cuando queriendo juego con su flequillo.

Que me dijera que duerme usted bien, cuando duerme con mi ausencia, que el descanso le dura la noche entera, que no se despierta sin saber porque, que no siente que algo le falta, aunque no quiera saber que es.
Que hay otro mejor, que le pierde cuando debe las partidas a la paciencia, que le cura los ánimos, que la mima, que le gana los años en meses, que le mira a los ojos y la siente tan adentro que duele, que le comparte los malos instantes, que le recuerda constante que después del invierno viene la primavera.

Que me dijera que no la quiera, que no me querrá por mucho que yo lo quisiera, que no es posible que la tenga, que es usted sirena, hada, bruja, quimera, que no es posible que entienda todas tus palabras antes de que tu boca las pierda.

Me gustaría que me insistiera en que el lugar secreto es un invento, que no existe el sitio donde escondernos. Que ni hacen, ni hicieron, ni harán migas mis yemas con sus dedos, que no se cree que pueda en brazos con usted a tres metros del cielo.

Me gustaría que su genio me diese genio y no me devolviera una sonrisa, que me reconocieras que mis palabras no te afectan, que me predijera un desierto en nuestros labios cuando quede tu boca tan cerca, que me equivoco, que se cansó de ser princesa, que no es cierto cuando digo que solo nos falto el principio, que el único final posible es la fuga.

Me gustaría que todo esto me dijera, aunque, ni una palabra la creyera.

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