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Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

Soneto del hambre

Que caros que fueron tus besos
lejos de cualquier boca,
alma tallada de roca
y un lustro sin hacer presos.

Hoy te preguntas por lechos
donde olvidar la cota
que a ti te hizo ser sota
y cultivo de barbechos.

Ahora, deseas ser presa
de dentaduras voraces
que no te dejen ilesa.

Lujuriosa te apareces
como mujer que besa
por el hambre que mereces.

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La constancia es quererte como nadie pudiera imaginar que se pueda querer incluso cuando no te quiero, tenerte sin tenerte, saber del vértigo que a uno le da soñar despierto, y la conciencia de estar al tanto de que estar con vos, es estar a un beso de distancia del cielo. Es mirarte ahora como te mire la primera vez, endeudado en tus andares, no pudiéndote creer. Es besarte ahora mejor que cuando te besé, con tus labios precisos en mis labios tembleques. Es vibrar, de la piel al hueso, con el día a día, con las noches donde tenerte a un par de palmos a la derecha es de largo el mejor de mis lujos.   La constancia no es que me mate como me mata tu cuerpo, es crear hogar en tu pecho, y hacerte con mis brazos un lecho para que te guardes. Es salvarte y que me salves, y contar de a uno los secretos de tus ojos, mar verde, donde me pierdo, donde quiero vivir, donde parece decirme la suerte, quédate conmigo. Es en el sur y es en el norte, justo al este del oeste donde quisier

Que me dijera

Me gustaría que me dijera que no le gusto un comino, que ni le gusté, ni le gustaré siquiera cuando me sepa totalmente perdido. Que no le gusta que me guste, tanto como me gusta. Que me dijera que no soy de su mitad el doble que le complementa, que por usted, París, se puede hundir tanto como Venecia. Que no guardamos bajo la piel el mismo átomo, el mismo sueño, los mismos verbos que acaban por decir lo mismo. Que no la entiendo cuando se le eriza la nariz, que es mentira que comparto su opinión cuando dice que no le importa que llueva, que le moleste de veras cuando queriendo juego con su flequillo. Que me dijera que duerme usted bien, cuando duerme con mi ausencia, que el descanso le dura la noche entera, que no se despierta sin saber porque, que no siente que algo le falta, aunque no quiera saber que es. Que hay otro mejor, que le pierde cuando debe las partidas a la paciencia, que le cura los ánimos, que la mima, que le gana los años en meses, que le mira a los ojos y la siente t

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Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo