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Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

Flechazos


Tengo más por costumbre, que por norma, no creer en flechazos. Discúlpeme vos, pero desde muy chico, me fui dando cuenta de que los cantos de sirena te llevan, por regla general, al fondo del mar. Soñé tantas veces con quimeras que a la mañana siguiente se convertían en estatuas de sal que ahora no distingo entre la vela y estar dormido. Me dicen las malas lenguas que poner rumbo a la belleza suele tildar de rojo las cuentas, que el alma se acongoja cuando el corazón se enamora. Tantas veces quedó mi mirada perdida sin entender por qué a la hora de besar hay que usar la cabeza que hoy, que beso con ella, no recuerdo donde olvidé mis labios.

Lo reconozco, todo esto lo aprendí tras suspender todos y cada uno de los exámenes. No me entiendo sin jugarme el cuello por otro cuello, si no me hiela la ausencia, si mis manos no tiemblan a cada palmo de un cuerpo, si salgo a jugar por jugar, si no cargo la vida con un nombre que no sea el mío, si al final del cuento me conformo con tres puntos suspensivos…

Sin embargo una tarde de cualquier mes apareces, con una sola palabra, una sola sonrisa y vuelven mis neuronas a aquellas andanzas donde los molinos son gigantes. Vuelve Dulcinea, y sin entrar en las corduras que pudieran no estar de tu lado para acercarte a mí, me vuelvo a decir… ya estás soñando, una vez más.

Me pregunto entonces si soy bueno en lo que hago, vivir. Entonces me pienso, me reinvento, me importo cada minuto con sus sesenta segundos, me doy la oportunidad de volver a empezarme cada mañana, de volver a cargar las pilas con ilusión. Dirás, posiblemente con razón, que quien llena su mochila más con esperanza que con rutinarias es más boludo que soñador. ¿Pero qué puedo decirte?, así soy, y si es cuestión de elegir, yo prefiero de vecino para el otro lado de mi cama unos ojos antes que una puesta de sol.

Cuestión de ser, debo admitirlo, pero no me Aladino fundando hogar en otra cosa que no sea una peca, una parte del cuerpo de esa mujer, un lunar, una pequeña parcela de esa eterna espalda donde mi cabeza por un segundo, puede parar de pensar. Si hablamos de romanticismo, yo me quedo con un pecho como caja fuerte para mi alma.

Ya me ves, con más motivos que ganas de tirar la toalla. Quizá debiera, sonó demasiadas veces la campana, sin embargo ahí estás tú con tu sonrisa diciéndome que uno no puede dejar de ser lo que es.

Dicho esto, insisto, no debiera creer en flechazos, ni en hadas, ni en cuentos…

Pero ahí estás tú y tu sonrisa, y no hay más que hablar.

Comentarios

  1. Requetelindo no mas.

    sigue asi mi cuate, no dejes de alegrar mis mañanitas.
    un fuerte abrazote.

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