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Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

Coma

Pienso. ¿Acaso podría parar de pensar? Sin embargo, no recuerdo, no siento nada, ni oigo, ni huelo, ni veo. Conozco todas esas palabras, pero quizá no tengo claro que significan. Es agradable. Floto en ideas. Es un mar negro con fugaces destellos de colores de los cuales no sé el nombre. Es como dormir despierto. A veces intento guardar mis pensamientos en sus cajas, según mi orden alfabético, pero no puedo o se me olvida. No tengo conciencia, y menos aún tengo boca, pero si la tuviese, creo que sonreiría. Me siento bien, limpio. Los sentimientos, las emociones, la acciones acuden a mi libres de significaos. Aquí, donde me encuentro, no hay nombres propios ¿acaso tuviera yo uno?, ¿qué soy?, ¿quién? No puedo pensarme o puede que si… Un momento. He oído algo. Un susurro. Otra vez… Ahora es más nítido. Entiendo sobre todas una palabra. Coma. No reconozco esa voz.
El recuerdo me interrumpe el pensamiento, es una mujer. Hermosa. También una palabra. Escorpión. Prefiero el primer recuerdo, el segundo me duele, me pone furioso y también triste, y loco y me duele, me hace tan humano.

Recuerdo un coche y un color. Parece negro, no, es más claro. Ella se sienta al lado. La quiero, pero la engaño. Me mira a la cara, luego a la carretera. El fin de la recta. Sé que lo sabe. Me conoce, ¿yo a ella?, si, la conozco. Una lagrima corriendo por su mejilla me advierte que se sabe perdida, equivocada y sin ganas. No soporta mirarme, no quiere, pero me habla, y así callada, sin alma, me susurra…
- Eres el escorpión del cuento. No puedes ser de otra manera.

Después de su voz, el vacío.

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