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Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

El Dilema de Sofía - Capítulo Final - La decisión

Sofía quiso gritar, pero no pudo. Se le unieron a las cuerdas vocales las ansias, y el alma se le atravesó en la garganta. A tientas saco del recibidor una vela, blanca, intacta. Con el encendedor la puso en marcha, creando a poco, una luz tiniebla. Quedó enfrente justo del espejo. Le cogió por sorpresa la palidez de su cara frente a los ojos. Fue entonces cuando lo vio, por encima de su hombro izquierdo, en la parte superior derecha del reflector. Allí, cerca de la ventana, y sin expresión, la observaba la figura de un hombre de cara distorsionada.
Supo entonces, lo que es el miedo.
David se acercó cauteloso de no asustarla más de lo que estaba, pero con la prisa de quien sabe que tan solo una hora, es el tiempo que le separa del cielo o el infierno. La expresión de ella al reconocerle se tornó más terrible aún. La mezcla de culpa, angustia, incredulidad, terror y una pizca de posible enajenación mental eran motivo más que suficiente para ello. Sin embargo, lo que ella no podía siquiera imaginar, es que esa misma expresión era la que turbaba el corazón de aquel hombre. Él jamás pensó, que pudiera provocar en nada, ni nadie, una reacción semejante.   
-          No temas, no he venido a hacerte daño…
-          ¿Eres tú?
-          Si. Yo soy.
-          Q.. si, que hac..   Lo siento… -consiguió decir entre sollozos -
Como un río que se desborda, las emociones le rompieron en mil pedazos. Sentía la culpa, la impotencia, la conciencia de saber que nada podía hacer ya para remediar su error. Si algún día el verbo llorar tuvo significado, fue en esa ocasión, en esos ojos. La garganta seca, y las cuerdas vocales anudadas le impedían decir palabra alguna.
-          Tengo poco tiempo, y no sé muy bien cómo utilizarlo. Sé lo que paso, yo no debería haber estado allí, pero estuve. Más que perder la vida de manera tan tonta, lo que no puedo soportar, es haber desperdiciado tantas oportunidades como las que he tenido para ser feliz. Necesito volver para pedir perdón a quien hice daño, para amar a quien no amé lo suficiente, para no perderme los días maravillosos porque no vengan vestidos con un traje de aniversario, para tocar la piel de Luna dando gracias por cada lunar, para soñar despierto, para saber vivir… Y te necesito para volver…
-          ¿Me necesitas?, ¿Qué quieres decir?
-          He llegado a un acuerdo. No es posible que los tres vivamos, uno tendrá que ocupar el lugar junto a ella –dijo mientras señalaba una figura con un reloj de arena recién aparecida al final del pasillo- . Tú decidirás quien.
Sofía secó las lágrimas de sus ojos, sabía que aquello no se trataba de un sueño, lo sentía. Miró a aquel hombre encarándola con incertidumbre en la mirada, recordó a su padre desde que la niñez hasta el día de hoy, se miro por dentro y dijo:
-         

Comentarios

  1. Pues yo creo que tendría claro, que salvaría a mi padre. Eso creo que segura.

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