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Traspasando el país de Alicia

Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

El hombre luz


Diría para empezar, sin dejarme atrás lo importante, que tú presencia hizo pluma el yunque al que amarraba mi vida. Aunque dirás que si, demasiados años de lidia contigo a la espalda para dudarlo, no tengo suficientes monedas para pagarte la acepción de saber que aún me sobran las ganas de hacer el humor. Quizá al sur encontremos, como solemos, suelto para ese acuerdo.  
La piel se me torna gallina, los dedos se me pierden en el teclado, la impaciencia por encontrarte la palabra justa me hace sentirme torpe. Una y otra vez, me viene a la cabeza la pregunta sobre el secreto de la palabra amigo, y no entiendo porque por mucho que busqué en el diccionario no viene tu nombre.
De ti me acuerdo cuando oigo el bajo sonar en las canciones. Entonces me cuadra el descuadre del lujo en los detalles, de los barracones en lugar de clases y de lo bien que sienta una hora más de sueño cuando a primera hora toca arte.   
Sabe quien lee, que no es fácil compartir, como comparto contigo, el camino, las acrobacias, las princesas con cartel de no se toca, la piruetas del destino, los toboganes del pasado, la lluvia, el suelo mojado, el Maracaná abierto hasta el alba, los charcos donde pisar lo pisado, la certeza de que con ellas nos equivocamos, los excesos y todas esas trampas que vamos dejando en el suelo listas para que no nos siga la pista el destino.
De Malaga, Malageñito debieras ser, tú, que me descubriste entre otras cosas a Javier, y los verbos delincuentes que solo se aprenden al amanecer, y los tapones de algodón contra los cantos de sirena, y la vida cuando se vive, y la risa, y los viejos molinos, y la copa de vino nunca a medias, y la última, y los lunes como viernes, y la pasión por lo uno que hace, y La Zalema, y el sueño de los sueños…
De museo, de los buenos, debieras ser, tú que me pusiste en el alma el sabor a victoria, cuando yo, ni la recordaba.
Ni mi primo, ni mi enemigo cercano, ni mi granero de esperanza, ni el antídoto de mis ausencias…
Si me fueras algo, serías mi segundo hermano, el hombre luz, aquel que me dio la clave justa para seguir la canción con mi propio pie.
Feliz Cumpleaños, Majete.

Comentarios

  1. A mi me ha enseñado entre otras cosas este blog que es una maravilla!!! Enhorabuena.


    Blanca.

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Todos las personas piensan que el punto medio entre el bien y el mal está justo donde ellos lo ponen. Esto es aplicable para todos los puntos que poner, incluso los finales. Quizá por eso no me cueste cerrar este discurso que se me queda ya anticuado, extraño, como escrito por quien ya, ni siquiera fui, seguro, quien no soy. Hacer dictados a lo pensado, a los sueños, esta pasado. Así es. En la época de los Justin, de los Brad y algún Duque de por aquí, ya nadie se acuesta con Cyrano. Fue sin embargo placer, la mayoría de las veces. Otras no tanto. Escribir es escribir, tan sólo y tanto. Fue en otras ego puro, aún algo guardo, agradecimiento, mentiras honradas, dudas en base a la duda, decir por decir, seriedades, mal intento de cuentos, catas, alguna mirada perdida echada a perder, balas sin salida, caricias dirigidas y algunas, incluso, de verdad. Siempre demasiado yo mismo, fuera quien fuese. Quizá error, ora que pienso que a un escritor no debe vérsele la cara. Un trabajo

Silueta

Contar los pasados suele ser el primer tropiezo para conjugar los futuros. Ese porqué perdemos las guerras, queda en las heridas, pero no por mucho empeño que le tengas, nos entra en la cabeza. Remover los tiempos que dejaron el presente suele dar como hallazgo, un obstáculo espinado para los sueños. Digo yo, que perdí en la arena, por pararme a contar estrellas, parte del corazón. Dicen de los poetas y de los que escriben poemas, que nos va mejor el aire del revés. Que la musa en nuestros brazos queda pasada por agua, que el aullar se nos pone bonito cuando sangramos, que desobedecer consejos es nuestro arte, cuando una y otra vez se nos pregunta… ¿querido amigo, donde va usted? Por mi parte, diré… Cuando mi cuaderno de notas esta vacío, acudo al abismo de mis adentros, al negro que me hace atar palabra tras palabra, al nudo sin cuerpo, al yo del ello, y el ello del yo. Busco entonces letras para hacerlas escudo, armadura, una tan buena que consiga que al mirarme al espejo,

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Le valdría que la avala aquel amigo que solo aparece en las películas, el de las series con final feliz y los sueños donde el provenir es tan solo al aire una moneda. Aquel que evito al teclado, no fuera a ser que se me vieran demasiado los adentros en una página de Internet. Va por tanto de garantía sobrada. La escribo por buenas y malas razones, como cuando se escribe de verdad. De fundamento con mandamiento inclusive, va el que lo merece. Porque es buena bajo lo bajo que quisiera dejarse ver, porque después de tanto tiempo la pieza encaja y uno ve que el puzzle era de los imposibles, el sencillo. Les hablo que el título de este texto no me sale gratis, me costó, me cuesta, nos costará mantenerlo porque nos “semos” el hielo y el fuego, el disparate y el escaparate de los cuentos incumplidos, las ganas con las malas formas de sernos, las palabras contra los silencios, tan jóvenes como viejos, la mirada que nada dice con el arma cargada y viceversa y la viceversa de la v